XVI (sobre reflejarse)

En el intento de escalar la palabra, la palabra está cuesta abajo, o es deslizable, y entonces qué; la palabra sin nada, uno sin nada frente a la palabra pensada pero desaparecida, o ni pensada. Peor cuando son más, más de una, y forman todo un pensamiento, toda una comunicación, todo un ser ahora esto. Cómo abrirse camino en la corriente de aire, en la tumbita que es uno cuando las palabras no están, tumba vacía pero tumbita pesada, o no vacía sino que sí uno dentro de la tumba, pesadamente, armatoste, bulto, fardo, cuerpo bobalicón, porque sólo cuerpo. Cuando no aparece la palabra sucede entonces el fatal desdoble, mucho peor que el desdoble de la verborrea, que el del soliloquio (uno cara a cara consigo mismo), pues el desdoble por mudito es uno detrás de sí, viéndose la nuca, y eso es un espanto, eso es una majadería, un reflejo muerto, una muerte, la molicie de un catafalco como espejo, un sarcófago como espejo, una tumbita detrás de otra, el mudito buscándose en sus adentros impaciente, y en sus adentros encontrándose sólo la espalda, el reflejo no reflejo, «la negra espalda».



                                                  


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