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Mostrando entradas de febrero, 2021

XVII (sobre Aki Kaurismäki)

Quisiera saber qué se esconde detrás de ti, qué albergan tus pensamientos en las mecidas noches de Viana do Castelo, qué brujería definitiva nos mostrarás cuando ya no estés pero tu dura mirada refulja aún en nuestro anhelo. Quisiera saber qué piensas a cada momento del día, qué opinión te merecen las cosas del mundo, qué harás ahora mismo, ahora que irremediablemente compartimos este frágil segmento temporal del universo: separados por cientos de kilómetros, estamos juntos si de tiempo se trata, de modo que siento tus olas cerebrales, y no me es difícil concebir tu pulso, tu movimiento, tu visión. Estás en mí cuando quiero que lo estés; en mí como lo están la luz o el agua, la incertidumbre o la risa. Veo tus películas en las noches de insomnio, o en los días de persianas bajadas, cuando la mente queda atrapada entre la impaciencia y el amor, entre la belleza y la soledad. Caigo en ti sin pensarlo, dispuesto a la vida y dispuesto a la muerte, y pocos son los capaces de provocar una ac

XVI (sobre reflejarse)

En el intento de escalar la palabra, la palabra está cuesta abajo, o es deslizable, y entonces qué; la palabra sin nada, uno sin nada frente a la palabra pensada pero desaparecida, o ni pensada. Peor cuando son más, más de una, y forman todo un pensamiento, toda una comunicación, todo un ser ahora esto . Cómo abrirse camino en la corriente de aire, en la tumbita que es uno cuando las palabras no están, tumba vacía pero tumbita pesada, o no vacía sino que sí uno dentro de la tumba, pesadamente, armatoste, bulto, fardo, cuerpo bobalicón, porque sólo cuerpo. Cuando no aparece la palabra sucede entonces el fatal desdoble, mucho peor que el desdoble de la verborrea, que el del soliloquio (uno cara a cara consigo mismo), pues el desdoble por mudito es uno detrás de sí, viéndose la nuca, y eso es un espanto, eso es una majadería, un reflejo muerto, una muerte, la molicie de un catafalco como espejo, un sarcófago como espejo, una tumbita detrás de otra, el mudito buscándose en sus adentros im

XV (sobre preparar una oposición)

En el delgado límite del tiempo, allá en los páramos fríos del espacio exterior, un espejo refleja esto mismo, es decir, que dicho límite esté aquí y no allí, y que él seamos nosotros, únicos en consciencia, porque la consciencia es fruto del hervor radical del tiempo en su límite, en su abrir y cerrarse. Somos la puerta del tiempo, los centinelas del tiempo, la monstruosidad del tiempo; pura deformidad por puro privilegio, acidez, lucidez, autocontemplación en la muerte.