XII (sobre la lexicalización de "hasta luego")
Esto
de que te hayan dado la vida es una jodienda, tienes que andar todo el rato
pendiente, y luego está lo de la vejez, y lo de la muerte. Manda cojones que te
hayan soltado aquí y obligado a encarar semejantes cosas, manda cojones. Y
menuda responsabilidad, porque encima la vida tiene una forma de ser muy
caprichosita, y te hecha encima un cuerpo, y una mente, y adminístrate tú eso solito,
y para más inri eso eres tú mismo ¡Madre de Dios!, es para mear y
no echar gota… Ea, que digo yo que, tampoco sin llegar a
ningún drama, de verdad que sin ningún drama, uno podría perfectamente
arrojarse seis pisos abajo, o cortar un poco aquí y otro poco allá, o encarar
concienzudamente un árbol sin dejar de pisar el acelerador; son remedios
tremendos porque la vida así nos obliga si queremos salirnos de ella; por
ejemplo, para otras cosas, los remedios son más sencillos, y si no quieres pasar
un fin de semana en la playa, simplemente no te mueves de tu casa, o si prefieres
un helado de fresa a uno de vainilla, pues pides el de fresa, y nadie
pone el grito en el cielo. Reivindico que la existencia, bien legislada y a cierta edad e
independientemente de cómo te vaya, deba ser también una decisión de gusto,
simple y llanamente: ─¿Quieres seguir? ─Sí. ─Ah, estupendo, pues hasta luego. / ─¿No quieres
seguir? ─Mmm, no, no es para mí, prefiero otra cosa. ─Ah, muy bien, pues hasta
luego.
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