III (sobre Takeshi Kitano)

Quisiera saber qué se esconde detrás de ti, qué albergan tus pensamientos en las cálidas noches de Okinawa, qué brujería definitiva nos mostrarás cuando ya no estés pero tu rota sonrisa refulja aún en nuestro anhelo infinito. Quisiera saber qué piensas a cada momento del día, qué opinión te merecen las cosas del mundo, qué harás ahora mismo, ahora mismo que irremediablemente compartimos este frágil segmento temporal del universo: separados seguramente por miles de kilómetros, estamos juntos si de tiempo se trata, de modo que siento tus olas cerebrales, y no me es difícil concebir tu pulso, tu movimiento, tu visión. Estás en mí cuando quiero que lo estés; en mí como lo están la luz o el agua, la incertidumbre o la risa. Veo tus películas en las noches de insomnio ligero, cuando la mente se queda atrapada entre la impaciencia y el amor, entre la virtud y la soledad. Caigo en ti sin pensarlo, dispuesto a la vida y dispuesto a la muerte, y poca gente es capaz de insuflar una convicción semejante. 

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